La resaca de la pasado concierto aún nos dura en el sector fan, hemos de decir que la anterior entrada del blog ha sido un poco hecha con borrosos recuerdos más alguna ayuda externa.
Desde luego, el concierto de Gijón en el Dom Pedro ha sido para al sector fan un concierto en el que las vibraciones han sido más buenas y en el que hemos podido sentir lo que es una auténtica banda de Rock en toda su dimensión, y no un corto y simple experimento de quinceañeros tan dado siempre en una apestosa villa del occidente astur.
En esta ocasión el sector fan al haber dejado la cámara en casa pudo dar rienda suelta a disfrutar del concierto al 100%: saltabamos, haciamos pogos, nos reíamos, coreabamos las canciones, las voll-danm bajaban y nuestro desenfreno subía, nos volviamos a reir, gritabamos muerte al victorianismo, abrazabamos a desconocidos, invadiamos el escenario y nos apropiabamos de los micros en los descansos, nos caíamos, reíamos, y nos volviamos a levantar, bebíamos, gritabamos vivas a la república, algunos nos miraban mal pero nos daba igual estabamos envueltos en un auténtico trance rockero y sabiamos que el rock es provocación y ejerciamos con tal actitud. En aquellos momentos, con la música y nuestras birras nos sentiamos como dioses bebiendo ambrosía.
Ya después del concierto ya nada nos llenaba, fue un momento único pero había pasado, todo lo demás carecía de importancia. Dicen algunas lenguas que a uno de los fans de Soulworm acabó en una tangana a las seis de la mañana y que otro acabo hechando una cabezadita en un portal en una de las noches más frias del año, pero esas ya son otras historias.
Desde luego, el concierto de Gijón en el Dom Pedro ha sido para al sector fan un concierto en el que las vibraciones han sido más buenas y en el que hemos podido sentir lo que es una auténtica banda de Rock en toda su dimensión, y no un corto y simple experimento de quinceañeros tan dado siempre en una apestosa villa del occidente astur.
En esta ocasión el sector fan al haber dejado la cámara en casa pudo dar rienda suelta a disfrutar del concierto al 100%: saltabamos, haciamos pogos, nos reíamos, coreabamos las canciones, las voll-danm bajaban y nuestro desenfreno subía, nos volviamos a reir, gritabamos muerte al victorianismo, abrazabamos a desconocidos, invadiamos el escenario y nos apropiabamos de los micros en los descansos, nos caíamos, reíamos, y nos volviamos a levantar, bebíamos, gritabamos vivas a la república, algunos nos miraban mal pero nos daba igual estabamos envueltos en un auténtico trance rockero y sabiamos que el rock es provocación y ejerciamos con tal actitud. En aquellos momentos, con la música y nuestras birras nos sentiamos como dioses bebiendo ambrosía.
Ya después del concierto ya nada nos llenaba, fue un momento único pero había pasado, todo lo demás carecía de importancia. Dicen algunas lenguas que a uno de los fans de Soulworm acabó en una tangana a las seis de la mañana y que otro acabo hechando una cabezadita en un portal en una de las noches más frias del año, pero esas ya son otras historias.
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